menos visitarlo al "vuelo"). Es mucho material, es mucha información, es muy grande la necesidad de una esperanza que nos devuelva la perspectiva, y por lo mismo, se debe intentar algo así, se deben hacer esfuerzos y sacrificios que no busquen la muerte, que son peligrosos ni dudarlo, pero no buscan la negación ni la muerte. Esto, debe ser un canto de vida, un poema visual que pueda trascender todo espectáculo, que invite a tomar una bicicleta y recuperar la esencia de la vida sin caer en frivolidades y fórmulas comerciales. No podemos vender un documental que es más bien una confesión, una entrega del alma que vibra por los caminos como Quijotes posmodernos contra molinos de viento o gigantescos miedos en la cabeza, como un símbolo o emblema de los globalifóbicos pacíficos, abiertos y creyentes de la vida, fuera y más allá de religiones y fanatismos. Volvamos la vista a la historia para ser mejores, y más ahora que entendemos y sabemos cual es la historia y composición física de la Tierra y su milagroso espasmo de vida (Morin, Tierra-Patria). Si al final, somos capaces de expresarnos y dejar huella en otros corazones, despertar conciencias para que abran sus ojos hacia el interior de sus individualidades, y tengan un enfrentamiento personal que invite a una profunda reflexión habremos cumplido con lo soñado.

Por lo menos quedará algo que sirva para dar a conocer la realidad del ciclista y sus peripecias, sus placeres y angustias, sus accidentes y ponchaduras, sus contratiempos y su largo tiempo de pedaleo y el placer de viajar por propio y limpio impulso

Aún recuerdo, que en la escuela, sin definir mi postura ni manejar ningún ícono, me calificaron de ecologista, por el simple hecho de llegar en bicicleta. Y puede que el asumirse como ciclista, antes que automovilista, sea una postura de activismo ecológico, también por ese tono rebelde se puede justificar este viaje (González, Salvador. Ver comentario de salida). Aunque finalmente es una conjunción de todas esas cosas, argumentos que pueden seguir y apoyar el feliz término de dicho viaje, según el itinerario marcado en nuestro diario rodar.